En la cultura Sumeria, desde 5.000 aC utilizaban el astrolabio para saber las posiciones de las estrellas.
Tomando como eje el ojo del observador, en astronomía se trabaja con ángulos. Para medir distancias entre cuerpos celestes se mide el ángulo en que se puede mover la cabeza cuando se van mirando sucesivamente esos cuerpos.
Si además se convierte el ángulo en parte de un triángulo rectángulo, las caras presentan proporciones fijas unas respecto de las otras. Dichas proporciones reciben los nombres de seno, coseno y tangente.
Hiparco elaboró las tablas que relacionan los ángulos con las proporciones de los lados, de tal manera que si era conocido un ángulo, podían averiguarse aquellas proporciones y viceversa, esto se denomina Trigonometría. Usó la trigonometría para calcular la distancia de la Tierra a la Luna. Señaló la posición de la Luna en relación con las estrellas desde distintas posiciones de la Tierra, porque al cambiar el punto de observación, un objeto relativamente próximo parece desplazarse si se lo compara con otro relativamente distante; este fenómeno se llama paralaje.
Cuanto menor es el corrimiento con respecto a un cambio de posición dado, mayor es la distancia hasta el objeto. Luego pudo determinar por trigonometría la distancia de la Luna, al menos con relación al tamaño de la Tierra. Calculó que la Luna se hallaba a una distancia igual a 30 veces el diámetro de la Tierra. Si, como había calculado Eratóstenes, la Tierra tenía una circunferencia de 40.225 km, debía tener un diámetro de 12.872 Km. Esto significaba que la Luna estaba a 30 X 12.872, o sea a 386.160 km. de distancia.
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